lunes, 8 de marzo de 2010

LA SEXUALIDAD DE LAS HERMANAS BERMEJO

Olga Bermejo, una linda muchacha creía que a los 12 años de edad, conmigo podría tener su primera experiencia sexual; pero todo termino siendo solo un juego. Ella más bien se satisfacía, probablemente ya tenía los síntomas de la ninfomanía. Fue suficiente para ella tocarme a mí y de esa forma descubriría lo que es ser mujer. Cuanto hubiera yo deseado tener 18 años, entonces hubiera hecho todo cuanto ella quería, la desventaja hubiese sido que también estaría acabado por haber descubierto muy temprano lo que son las relaciones sexuales y quién sabe, seguro me hubiera gustado desde aquella vez; quizás hasta aquella monumental muchacha hubiese sido mi mujer.

Eran 5 hermanas, todas nacidas en Lima. La mayor Olga que pasaba de los 20 años de edad, cuando la conocí yo tenía 12. Por ser huérfano y tener problemas con mi madrastra, mi padre me empleo como mandadero en la casa del señor Venancio Bermejo. Este señor era comerciante en licores, el único que en la ciudad de Yauri tenía una de las tiendas mejor equipadas e implementadas. Los campesinos y habitantes de los sectores populares del indicado distrito e igualmente aún de otras provincias cercanas, acudían a su bodega a procurarse del alcohol para que a su vez la utilicen para los peones de chacra o vendan de grado rebajado y mezclado con agua en las diferentes bodeguillas que había en la ciudad.

Las hijas del señor Bermejo, tenían las mejores condiciones materiales de vida junto a sus padres. Estos tenían uno de los mejores negocios, que permitirían que ellas estudien en las mejores escuelas primarias como en excelentes colegios de nivel secundario. Teniendo tal base económica, digo: “Así cualquiera podría ser algo en la vida…”. Pero al contrario, de todo cuanto quisieran los padres de tan lindas hijas, resultó todo al revés, como vamos a precisar más adelante.

Cursaba el segundo de primaria y ya sabía leer y escribir. Hecho que sorprendió a Olga, hija mayor de aquella familia. Que yo podía leer cuentos infantiles, escribir mi nombre, hecho que también le gusto a otra de las hijas, Lucha. Cuando su padre no estaba, por las noches entre ellas peleaban por mí, cuál de ellas dormiría conmigo, a veces me pedían que yo escoja, otras noches me sorteaban. En las conversaciones que la madre tenía con sus vecinos y parientes destacaba que efectivamente todas sus hijas habían nacido en Lima y a una de las menores Gloria, le había quedado el dejo limeño, por esa razón cuando hablaba decía: “Cabayo” (caballo), “poyo” (pollo), “yama” (llama), “gayeta” (galleta). La madre toda amorosa y orgullosa abrazaba a su hija y aquellos vecinos suyos que observaban este acto, sonreían aprobando que efectivamente la niña naciera en la capital de la República.

Cuando retornó el padre, continuaban las disputas entre hermanas con cuál de ellas dormiría el cholito. Se entera el padre y prohibió a las hijas que hagan cosas parecidas: “El cholito sabe donde es su cama; pero no tiene permiso de dormir con ninguna de ustedes, así que cada uno vaya a su habitación…”. Aquellos que se consideraban de la “alta sociedad”, por nada del mundo permitirían que sus hijas duerman con seres de condición social inferior a ellas. La sociedad en el cual se vivía siempre fue excluidora por no decir racista.

Como yo era de procedencia humilde y pobre, una vez en el seno de la familia Bermejo, constaté las enormes diferencias que existía entre las estirpes. Unos podían tener en su casa las mejores comidas y bebidas. Recuerdo muy bien que fue la primera vez que comí carne asada de cordero acompañado de arroz y papas doradas de primera calidad. Realmente me parecieron estupendas y cómo no quisiera que preparen algo parecido en mi casa, a pesar que transcurrió más de 40 años.

Y me gustaba mucho, nunca había degustado como en aquella ocasión. Mi misión del día era acompañar a Lucha u Olga en el cuidado de la tienda en el jirón 2 de mayo, ayudando a vender artículos de abarrotería y observando que los clientes, no se guarden objetos indebidamente. Otros días acompañaba a la avenida Confederación para ver y constatar el carguío a los camiones de cientos de cilindros de alcohol vacíos que debían retornar a la ciudad de Lima.

Otras veces iba a vigilar nomás la puerta y constatar cuánto estaban descargando, si los muchachos trabajaban o no lo hacían. Me imaginaba la cantidad de ganancias que generaban estas actividades y por supuesto todo legales. Decían que el dueño tenía otro negocio de alcohol en la ciudad de Macusani y Nuñoa que también le generaban considerables ingresos.

Don Venancio, hombre decidido y dinámico todo lo hacía por sus hijas y esposa. El matrimonio no tuvo suerte de tener un hijo varón. Cuánto quisieron tenerlo; pero Dios no les premio con uno. Por algún misterio de la naturaleza, el Divino determino que la familia este compuesto solo por hijas y que algún día a sus padres, les darían enormes satisfacciones.

Olga posiblemente desde el principio me echaría ojo, porque una adolescente y un varoncito como yo extraño para todas ellas, despertaría cierta curiosidad, porque jamás tuvieron un hermanito. Probablemente querían verme desnudo y observar mi pene, bañarme, jugar y estudiar juntos, tal vez se hacían fantasías tomándome como un pariente, más práctico un primo. En mi inocencia también aceptaba todo esto; pero cuando el patrón me veía jugando y conversando animadamente con sus hijas, cambiaba de expresión. Aunque la madre soportaba hasta cierto punto la compañía que yo les brindaba a ellas.

Por las noches, ellas planearon la forma de estar siempre junto conmigo, además de hablarme, deseaban tocarme, acariciarme. Por las noches Olga esperaba que sus padres y el resto de hermanas se durmiesen y a media noche ella entraba a mi cuarto y se acostaba junto conmigo. A veces yo la esperaba despierto; pero otras noches despertaba súbitamente, luego de un sueño profundo y me daba cuenta que yo me encontraba junto a ella.

Me hablaba con ternura en uno de los oídos que no dijese nada, que era Olga. Yo guardaba silencio, recordaba las palabras de su padre y madre que me causaban temor. Empezaba a abrazarme y a tocarme el sexo, entre tanto sus labios buscaban los míos. Al juntarnos empezó a besarme, como jamás nadie me había besado, era un contacto diferente, me gusto. No me besaba ni mi madre de esa manera porque ya había muerto, pensé en ella. Para Olga el miembro viril era muy pequeño, nunca tuve la oportunidad de haber penetrado a otro aparato como de ella. Para mí todo este aspecto era un misterio, temblaba y seguía en silencio y dejaba que ella haga todo cuanto quisiera conmigo.

Empezó a erectarse el mío y ella me levanto casi en vilo y empezó a disponerse y colocar sobre la suya. Con ambas manos quiso que cumpla el papel que cualquier joven. En aquellas circunstancias yo haría el acto sexual con una chica de su edad y tamaño. Recuerdo que la penetré; pero solo terminó siendo un juego, no pude más, creí que solo era eso y nada más; pero todo aquel acto despertó mi sexualidad, todo el misterio que rodeaba referente al mismo acto sexual.

Luego de excitarse y haber tocado todo mi cuerpo, luego de satisfacerse, se dispuso de retornar a su cama y yo me quede un poco temeroso y preocupado por hechos que estaban ocurriendo y todavía con la hija mayor de los Bermejo. Al día siguiente todo fue normal, como si nada hubiera ocurrido. Yo la mire un poco esquivo, ella empezó a tenerme más confianza. Por las noches cuando preguntaron cuál de ellas iba a ayudarme con mis tareas escolares, la disputa empezaba a generarse entre las dos hermanas mayores. A mí me gustaba irme con Olga, a Lucha no le tenía mucha confianza.

Olga discutía con su hermana menor Lucha. Aquella dijo que tenía todo el derecho sobre mí, porque como hermana mayor, sabía más que las demás y de esa forma podrirá enseñarme mucho mejor los cuentos de los libros “Pablito y Carlitos”. En horas de comida, la carne de los platos de segundo del almuerzo o la cena, me los daba a mí. Lo cual era observado por sus padres, yo feliz me apresuraba de recibírmela en otros momentos me sentía como un intruso. Casi no había comido este tipo de comida y qué deliciosos eran porque mi padre nunca había preparado en mi casa.

Las noches siguientes, seguía ocurriendo lo mismo. Yo no sentía ninguna sensación, ella llevaba mis manos como si supiese donde debía ponerlos, yo le seguía la corriente. A mí me pareció que su cuerpo era realmente virginal y extraordinario. Cuánto digo que hubiera querido tener siquiera 16 años entonces y hubiera actuado como varón y la hubiese hecho feliz y yo descubierto más temprano, la razón de la vida.

Pero, pienso que si hubiera tenido esa edad, tampoco su padre hubiera permitido que duerma cerca de sus hijas. Esa hubiera sido mi primera experiencia sexual y tal vez hasta la seguiría viendo. Pero confieso que no tuve ningún orgasmo con ella. Ella si tuvo varios seguidos, terminaba toda exhausta luego de haber tenido una increíble excitación sexual. Creo que debe agradecerme a mí por haber sido yo “el hombre” que le ayudó en descubrir su identidad sexual.

Las disputas en torno a mí se agravaron. Lucha también con qué ansias deseaba lo mismo, sentía curiosidad. Pero la mayor me poseía, era de su propiedad y la menor no pudo hacer nada. Lucha empezó a odiarme, no quería mi compañía en la tienda del jirón 2 de mayo. No quería ni que la mirase, a última hora ni que comiese en su casa, empezó a aborrecerme sin que le haga nada. Incluso llego a romper todos mis cuadernos del segundo de primaria. El libro que un día me obsequiaron se perdió misteriosamente. Me di cuenta que mi lugar no estaba ahí, sino en otro sitio, mi pobre casa.

Una noche de aquellas, Olga cometió el error de no cerciorarse que su hermana no estaba dormida. Lucha estaba despierta, nos descubrió jugando al marido y a la mujer, uno sobre otro, más conocido como aquellos juegos de niños inocentes: “Al papá y a la mamá”. Intempestivamente Lucha ingresa y nos descubrió las frazadas. Ella desnuda y yo igualmente como vine al mundo. Olga no pudo qué hacer, Lucha se llevo las manos a la cara e inmediatamente fue a dar parte a su madre.

Digo que felizmente estaba solo su madre, si se enteraba su padre, quizás me hubiese baleado, porque alardeaba que estaba armado en previsión de los asaltos. Al día siguiente a las siete y media fui despedido, apenas dure dos meses y medio en aquella gran casa, compartiendo con una de las familias más notables de la sociedad Yaurina. Mi presencia ya no era deseada y jamás volví a aquella tienda. Después de más de 25 años solo pase por ahí con mi sombrero de ala ancha, tipo Túpac Amaru cuando ya era profesor de colegio.

Más adelante, supe que ninguna de las hijas de Bermejo, lograron ser profesionales, todas ellas en el colegio eran unas “burras”, porque después supe que fue compañera de aula de mi esposa. No aprendían los más elementales ejercicios de matemática. Se casaron y son comerciantes en abarrotería y las otras se fueron a Lima y Arequipa a implementar negocios parecidos como su padre. Lo más sorprendente es cómo aquellas que tenían todo en la vida no se atrevieron a estudiar siquiera alguna profesión por más humilde que fuese. Empezó a gustarles el dinero, sería también la educación que sus padres les impartieron en ellas, porque siendo profesionales tampoco se gana el dinero igual que los comerciantes de ese tipo como manejaban los Bermejo.

En ciertos momentos tengo deseos de ir a Yauri y buscar a Olga, hablar a solas cuando no se encuentre su marido y hacerle recordar que yo fui hace más de 40 años “el hombre” que mal o bien le hizo por primera vez el amor. ¿Lo recordaría? Alguien dijo: “Recordar es volver a vivir el pasado”. Realmente yo quisiera volver a vivirlo, aunque con solo verla me bastaría; aunque ella ya debe ser una anciana decrépita de unos 60 años de edad, el sólo pensarlo me causa también terror.

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