lunes, 8 de marzo de 2010

LA ENFERMERA LOCA Y LA MUERTE

A medida que la madre de la enfermera se hacía anciana, su engreimiento y sus achaques se fueron acentuando, la insinuaron internarla en el hospital. La paciente tenía varias hijas a quienes quería mucho, aunque hoy eran ya adultas les tenía cierto temor, habían ido a estudiar a la universidad. Al igual que su marido sufría de hipocondría, le gustaba llamar toda la atención sobre ella para saber cuál de sus hijas se interesaba más por su salud. No pocas veces habría dicho a su esposo: “Las hijas que cuiden de nosotros hasta el final de nuestros días, serán las únicas con derecho a herencia y todo cuanto tenemos”.
Una de las hijas era enfermera, trabajaba en el hospital Lorena y lo que más le caracterizaba era muy locuacidad. Hablaba de cualquier tema sin tapujos y sin medir las consecuencias. A las parejas que acababan de tener un niño les bromeaba: “Que lindo bebito, pero no se parece en nada a su padre, ah! seguro que sí al vecino”. Cuando estaba reunida toda la familia, sus comentarios eran los más atrevidos, ya sabían todos que siempre tenía algo gracioso que decir “la loca”.
Un día se interno en el hospital su primo Jorge porque había sufrido un pre infarto a consecuencia de su obesidad. Lo habían llevado de emergencia y tuvieron que hacerle reaccionar aplicándole descargas eléctricas a la altura del corazón, se podían ver en el pecho de Jorge que las quemaduras que le ocasionaron los aparatos de electro shock para poderlo resucitar. El paciente ya consciente y recuperado estaba mirando el techo, pensando en lo cerca que había estado de morir cuando la loca de la enfermera ingresó en la habitación.
- Ves, te has puesto a pensar de lo cerca que estabas. Porque tragas en lavadores y bebes cerveza por cajas como descocido. Ahí está pues la cervecita que te llevan los compadres – no le recibió ni siquiera el saludo del primo.
- Primita buenos días.
- Que primita ni qué diablos, oye Jorge piensa en tu salud. Por qué tragas como cerdo. De ahora en adelante olvídate de los caldos de cabeza, la malaya frita, el bisté de cordero y todas las cochinadas que te gusta engullir. Sobre todo ese plato que llaman y que a ti te gusta el bisté a lo pobre. Debes comer frutas, verduras y hacer ejercicios.
- Es que prima, debes comprender que tengo muchos compromisos a los que no puedo negarme a ir… - la loca no le dejo terminar de hablar siquiera a Jorge.
- Qué comprender ni qué ocho cuartos. Oye carajo escúchame, piensa en tus hijos, tu mujer que es joven aún y tus bienes. Te imaginas ¿qué habría pasado si hubiera dejado de existir, ahora que más que nunca tus hijos te necesitan? – Jorge se limitó a escuchar, porque la enfermera aunque un poco loca, tenía mucha razón.
- El trabajo de transportista te está condenando a la muerte. Deja de recibir a tus compadres. Deja de comer los cuyecitos asados o los chicharroncitos que te mandan, deja esas cochinadas, ya estás puerco. Me estas escuchando o ¿no?, tienes que entender de una vez por todas, oye huevon de m. carajo – recogiendo un objeto se aprestaba a salir de la habitación – la mujer agregó.
- Si vuelves a aparecer otra vez por aquí, voy a mandar que te metan 400 voltios de descarga eléctrica carajo – esto dijo porque Jorge estaba inconsciente y tuvieron que utilizar reanimadores eléctricos.
Luego de este incidente, la enfermera recibió la ingrata noticia de que su madre se había internado en el hospital. Como resultado del diagnóstico ella padecía de bronconeumonía. “Es pues el contacto con el agua – pensó – Dios mío hasta cuándo van a seguir trabajando mis viejos”. Fue al hospital para escuchar los quejidos de su madre a los que ya estaba acostumbrada. Ingreso a la sala de recuperación y su madre al verla entrar dijo:
- Quiero morir, quiero morir. Dios mío de una vez acógeme en el cielo ya no quiero sufrir, quiero dejar este mundo – la enfermera se le acerco y le dijo:
- ¿Oye vieja quieres morir? – preguntó la hija.
- Sí, quiero dejar de existir, no aguanto vivir más. Nadie me quiere ni se preocupa por mí, lo mejor será que tome veneno llamado “campeón”.
- Allá en la vitrina tengo estricnina, ¿quieres tomarlo? – le pregunto a su madre, y ésta guardo silencio. La enfermera continuo mostrándole un frasco desconocido para su madre:
- Toma este veneno de una buena vez. ¿no dices que quieres morirte? Pues aquí tienes el veneno, a ver si con esto te callas de una buena vez.
- ¿A tu madre le harías eso? – pregunto a vieja.
- Pues claro y cuando ya estés muerta mandare que te metan en una bolsa negra de plástico con tu nombre en la cabeza y te dejaré en la morgue. Es lo que hacemos con todos los muertos.
- ¿Eso le harías a tu linda madrecita, mal agradecida? – empezaron a brotarle las lagrimas de su progenitora.
- Por supuesto vieja. Porque piensa todos en este mundo vamos a dejar de existir algún día, los que tienen bienes y los miserables. Mejores hombres y mujeres han muerto carajo, el mundo no va a dejar de girar cuando tú hayas muerto. Los que quedamos nos encargaremos de tu entierro – la anciana volteo la mirada ya no quiso mirarle la cara, estaba llorando en silencio y del todo decepcionada.
- Bueno, hagan lo que les parezca – dijo expresando cierto rechazo a la loca de su hija.
- Así que mamita no estés gritando: “quiero morir, quiero morir”, no sabes que yo también voy a morir y todavía en qué circunstancias será. Más bien debe darte pena mi situación, perdí a mi marido hace tan solo seis meses. La muerte es algo natural, además no estés pensando que cuando mueras te sentarás a la derecha de Dios Padre, son puras pamplinas.
La anciana que estaba mal de los pulmones dejó de quejarse y le bajaban las lágrimas, pensando en su hija estaba loca de remate. Todo cuanto había dicho era cierto, pero no era la manera de decirlo y mucho menos en presencia de sus demás nietos y todos sus familiares que escucharon la perorata. En fin se trataba de una mujer que no estaba en sus cabales.
Su anciano padre solía fastidiarla al respecto también.
- Hija creo que de una vez mandaré hacer mi cajón, tal vez ustedes no van a tener dinero para mis exequias – la hija tronada le respondió.
- Oye viejo no jodas pe, tu estas asegurado ellos van a poner la ropa, el cajón y otros gastos del velatorio.
- Pero no les van a dar inmediatamente, las gestiones que tienen que hacer demorarán y ustedes no van a esperar la santa paciencia de esos burócratas.
- Oye viejo no seas cojudo, tú ya no vas a sentir nada después de muerto nosotras sabremos qué hacer carajo, tú no te preocupes.
- Dicen que uno mismo debe desearse la muerte y de esa manera uno puede vivir más.
- Son puras tonterías, si vas a morir viejito, nosotras nos encargaremos, mientras tanto vive bien el tiempo que te queda y no te verraquees.
La madre decepcionada de la actitud de su hija, y luego que ya le contó a su marido cuando salió del hospital, concluyeron que era fría con los sentimientos. Era diferente que el resto de hijas que tenían. A cada momento se preguntaban por qué era de ese carácter, o quizás sería por la profesión que ejercía en los hospitales, en donde las muertes se sucedían a diario. Se había convertido en una insensible, solo les quedó llorar pensando en su muerte, y en el resto de la familia que se quedarían con todos sus bienes.

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