martes, 9 de marzo de 2010

ESTADIA FUGAZ POR LAS “BAMBAS”: TERCERA RESERVA MINERA DE SUDAMERICA

Por la mañana de Navidad del 2007, entregue mi informe de acuerdo a los términos de referencia; previo acuerdo con Ramiro Villalobos, Gómez y Amanda, equipo de investigación que fue al distrito de Challhuahuacho; comunidades de Fuerabamba (lugar donde Ramiro fue profesor primario en la década de los 70); Awkimarca y Pamputa. Aquellos azarosos primeros días de noviembre del 2007, Ramiro que hacía las veces de “coordinador”, necesitaba los informes para acelerar con la sistematización y tengamos el pago de remuneraciones lo más pronto. Nos ilusionamos que el pago de nuestras retribuciones nos harían antes de la Navidad: “Para una buena celebración y año nuevo de plácemes, los niños alegres y las esposas también con ropa nueva…”

En el momento de entregar los resultados de la investigación; con Ramiro nos miramos de reojo, parecía que cada cual tramaba y ocultaba algo en lo más recóndito de su ser. Actitud que denotaba desconfianza en ambos. Uno por no dar toda la información y el otro con la intención de apropiarse de todo cuanto no le correspondía, como explicaremos más adelante. La mañana era fría, consecuencia de una lluvia torrencial de toda la noche. Juntamente que toda mi familia decidimos viajar y pasar aquel día festivo en Yauri junto a los nuestros familiares. Deje el disquete a Gómez con el documento impreso que a su vez daría parte a su padre.

Permanecimos en Yauri tres días, recordando tiempos idos y todo cuanto prometía el año nuevo cuya llegada era ineludible. Nos dimos los correspondientes abrazos. En mi ser, abrigaba la esperanza que tendría dinero reservado en la suma de más de dos mil nuevos soles que serviría ciertamente para la alimentación y ropa de los niños. Pensaba si el trabajo de observación de los resultados de investigación hechas por nosotros fuera tan rápido. Labor que le correspondía a Ramiro en su condición de coordinador y enviar oportunamente el trabajo a Lima. Sabíamos que el trabajo sería previamente revisado y aprobado por la empresa que había contratado los servicios de Ramiro y los demás asistentes de campo.

Nos vimos en la universidad; pero él decía nada cuándo nos reuniríamos para ver lo del ordenamiento de la información para la respectiva sistematización. Simplemente mentía: “Todavía hay nada…”. Nos evadía y particularmente me iba a mis actividades cotidianas, preguntándome qué pasaba. Por qué Ramiro no se decidía de una vez, llamar a reunión y observar las debilidades, confusiones, superficialidades y vacíos que tenían los informes de Amanda y del que escribe.

Recién a mediados de enero me convocó y entablamos el siguiente dialogo:

- Oye Marcos te digo que el informe que han presentado tiene muchas limitaciones y no satisface todo cuanto habíamos quedado, no sé cómo vamos a completarla. Al menos el informe de Amanda no sirve ni para la basura carajo – Al escuchar la última interjección, simplemente agrande los ojos y le mire la cara como si compartiera todos sus puntos de vista y me limite a comentar:
- Pero para hacer estas observaciones, hemos debido reunirnos y no lo hicimos. Usted tenía la responsabilidad de llamar a continuas reuniones y hacernos ver los defectos que tenían los datos de campo – Seguro de sí mismo y sin prestar atención a mis palabras, otra vez aseveró en forma tajante:
- Hemos tratado de copiar, pensar y repensar acerca de la primera pagina y resulta que no se pudo rescatar casi nada. He decidido llevar el documento al corrector de estilo que cobrará 100 dólares americanos – Inmediatamente trate de hacer ver el error:
- Pero lo del corrector de estilo no estaba contemplado en el presupuesto, menos el contrato y nosotros hicimos el trabajo de campo. Conocemos el problema, y podemos corregirlo en lugar de pagar al corrector de estilo. Reitero podemos hacer todavía las correcciones del caso y si faltan datos, incluso podemos volver a campo – En ese momento, me puse a pensar en Gabi Concepción, ella estuvo debidamente comunicada y junta a Ramiro, porque precisamente para hacer el informe económico se interesó mucho en la forma como lo presenté, un cuadro sencillo hecho en Word. Para consolidar sus argumentos, Ramiro continuaba hablando; pero sin prestarme la más mínima atención en todo cuanto le había dicho hasta aquel momento, siempre trataba de ignorarme – Cortaba mis palabras y continuaba con su monólogo.
- Además, oye Marcos realmente no sabía que tú (puntualizando casi llamándome la atención, en realidad dorándome la píldora) escribías tan pésimo, no da ganas de leer nada carajo…
- Pero vuelvo a insistir, justamente esa corrección de estilo debemos hacerlo nosotros que hemos ido a campo… corregir todo entre los cuatro – No llegamos a ningún acuerdo y más que todo el “coordinador” no estaba dispuesto a escuchar. Cuando uno está hablando profería frases previamente preparadas. Nos despedimos pero mirándonos inquisitivamente y de reojo, la desconfianza se apoderaba lo más recóndito de nuestras almas. Otra vez dueño de la situación agregó:
- El corrector de estilo está trabajando por 150 dólares… (Anteriormente dijo 100 y súbitamente subió 50 más) -. Me decepcioné de su actuación y me fui pensando: “Vete a la miéchica carajo, no pensé que eras la misma basura y miéchica de siempre, hijo de terrateniente, el “tayta llaqta” de siempre… un hijo de puta, descendiente de la bazofia humana española que vino a conquistar el Perú y Cusco, tu apellido lo dice miéchica…”

Continué caminando cabizbajo pensando sobre el asunto, rememorando hechos, asociando ideas, reconstruyendo imágenes. Por mi mente pasaron cuadros que jamás hubiera querido concebirlos; pero hela aquí. Mejor hubiera ido a trabajar a la selva con José Saldivar. Además en Pamputa, menospreciando el trabajo de Valentino, Ramiro afirmo: “El trabajo de ese Valentino no es nada serio. Es una cojudeza, no es citado por otros autores. Tampoco había seriedad (faltaba que diga que yo corría igual suerte, aunque ya lo dijo tácitamente) en el mundo intelectual”. Escuchaba atentamente sobre sus sentimientos egocéntricos hacia otras personas, me di cuenta cómo le corroía el alma la soberbia. Recordaba como hizo el Dr. Ormachea cuando publicó en Etnológica un articulo pequeño que publicamos juntamente que Adelaida.

A propósito me devolvió el libro y no quiero darle ahora porque según él: “Son cojudeces todo cuanto había escrito juntamente que el Dr. Valentino”, me sentí herido y de paso aludido. Gente sana como Teófilo Arciniega y Jorge Fernández jamás dijeron que escribía tan mal. Al contrario, como todo profesor que desea enseñar a sus alumnos, en todo momento nos alentaba: “Marcos tu ya estas escribiendo bien” y el otro. “Es bueno ser el primero, el numero uno de la revista…” y otro concluyendo en forma parecida: “Es cuestión de mandarlo corregir y ya tienes el trabajo”.

Cierta mañana cuando retornábamos de campo, Gómez inocentemente refiriéndose a las credenciales sostuvo:

- Por la credencial que nos facilito el Dr. Fernández habría que darle algunas wankas que necesita para su programa radial dominical… - Ramiro intervino casi maquinalmente:
- A esos viejos ambiciosos, no hay que darles todo; porque todo lo quieren solo para ellos – Al escuchar, solo guarde silencio, no podía emitir ninguna opinión a favor o en contra. Todo esto formaba parte de las contradicciones internas que se dan en torno al poder político alrededor del programa de Arquitectura, el mundo intelectual en Cusco.

Rememoro cuanto escuche en la carrera profesional, cuando el famoso curandero o brujo de la carrera se había enterado que nosotros habíamos ido por Pamputa a hacer un diagnostico para una empresa minera. Fue comentario que hizo a Adelaida cuando visitó al Doctor en el hospital. “Así que primero fue Anaconda, ahora es Fuerabamba y Pamputa y también ese Marcos está metido en eso carajo, ahora verán…”. El viejo “ya estaba de vuelta”; hoy intuyo que Amanda pudo ponerle al corriente de todo. El awki se amargó porque jamás integraba grupos de investigación de este tipo, que le den ingresos considerables y Ramiro por sus conexiones con profesionales de altura como Jorge Osorio, tenía muchos compromisos y de esta manera hacerse de “buenos y significativos ingresos extras”.

Confieso que el ante año fui con Epifanio Barrientos a las Minas Arcata con el mismo propósito y entregamos el trabajo tal como pidiera la empresa. El trabajo fue arduo, después de un diagnostico rápido, seguido de talleres con los actores sociales del lugar, concluimos con un marco lógico y nuestros nombres se encuentran impresos en la primera página de aquel informe final. Hemos trabajado duro en la sistematización, la corrección de la redacción que hicimos sentados frente al ordenador párrafo por párrafo. No me permitirían mentir Gilber Aragonés, tampoco Valerio Atapaucar. Nos pagaron como debe ser y el trabajo concluyó a satisfacción de ambas partes, nadie se sintió mal.

Ramiro, sin enterarse bien, se adelantaba de decir que hasta el momento el trabajo con la Mina Arcata no se había hecho: Sin embargo, todo fue entregado en los plazos establecidos como sostuve en el párrafo anterior. En Ramiro resalta una personalidad marcada por el sentimiento de rechazo y menosprecio del trabajo realizado por otros equipos de investigación. Según él, solo tiene validez el trabajo que hace él y su grupo, todos ellos etnólogos, con obvias conclusiones sesgadas, solo un punto de vista, demasiado culturalista y falta de otras consideraciones.

Además arquitectos, historiadores y etnólogos de nuestra condición de “cacos de menor cuantía” junto a ratas como Ramiro y ladronzuelos como las empresas mineras que lo único que desean son saquear las riquezas del Perú. Por supuesto hay voces de intelectuales de prestigio que alzan su voz de reprobación para redimir al indio y al pueblo peruano ignorante, que hasta ahora no sabe que continúa: “sentado sobre un banco de oro y que hasta el banco se la han quitado en complicidad a los felones como Ramiro que fungen de funcionarios públicos, los congresistas y aún ministros y el mismo presidente de la República y que no faltan en ningún sitio”. En realidad, los trabajadores de nuestra condición hemos traicionado los intereses del pueblo peruano como la clase política que gobierna al Perú. Todos ellos con la idea de vender las riquezas de la patria y a como dé lugar, porque se apropiaran de porcentajes de dinero gracias a la práctica política y económica del neoliberalismo, que actúa con su verdadero rostro, el capitalismo salvaje.

Hago una atingencia, nosotros fuimos por una paga que consideramos irrisoria, frente a ratas que se han apropiado del poco dinero que aun nos pertenecía a nosotros, haciéndonos creer que esos montos eran para el corrector de estilo y los cholos nos encargamos de trabajar para él y su familia. Al final, tal como sostuvo Amanda ni siquiera nos han mencionado en el documento final, solo aparecen los nombres de Ramiro, Carlota y Gómez, como si solo ellos hubieran hecho el trabajo de campo, haciéndonos firmar simples recibos, no aparecen los descuentos de ley, esperamos que mas tarde o temprano se haga justicia, y solo damos tiempo al tiempo.

Asocio ideas y decisiones que ha tomado Ramiro. Este jamás me llamaría para nada a sabiendas que tengo experiencia en este tipo de trabajos. Solo lo hizo porque su esposa viajó a un país europeo. En efecto, concluyo que esta es la primera y última vez que trabajé con Ramiro, no pensé en lo rata que fue y seguía siéndolo (como seguiremos aclarando más adelante), un tipo ambicioso que todo lo quiere para él y su familia. A sus colegas quiere verlos arrastrándose, en su casa “les tapa la boca con unos cuantos platos de “chri uchu” y unas botellas de cerveza”, y los otros simplemente callados.

Cuando teníamos planeado retornar a Cusco, no pensé que deseaban quedarse todavía por Tambobamba. Él tenía deseos de visitar a uno de sus compadres, un ex policía que era muy locuaz y nos hizo reír “a mandíbula batiente” con sus chistes vulgares relacionados al sexo. Percibo que se trataba de sus experiencias personales de todos ellos; pero estábamos a gusto. Ramiro dijo un día anterior del trabajo que faltaba todavía completar: “Mañana podemos ir al poder judicial y ver los casos de violencia más importantes de las comunidades de Pamputa, Fuerabamba y Pumamarca. De igual manera podríamos ir a las oficinas de la UGEL para ver el estado de la educación de estas comunidades…”. Propuesta que consideramos muy justa y oportuna, porque sería difícil volver. Sin embargo, al día siguiente, jamás se intereso en ir, tampoco lo mencionó siquiera. Se olvidó del asunto, primero fueron las charlas con sus amigos brindando con cerveza.

No puedo dejar de mencionar que a Ramiro le gusta comer mucho y a menudo. Se anda introduciendo en la boca panes, galletas, gaseosas, plátanos y maní tostado y aún a cada instante y delante de la gente. Sin embargo, dice que se encuentra mal del estomago. Recapacito y digo dentro de mí: “Si estoy mal del estomago, debería dejar de estar “picando” alimentos a cada instante como los patos y moviendo la mandíbula como si fuese cualquier rumiante. Solo me limitaría a ingerir líquidos, infusión de yerbas y tal vez comer bien por la mañana; pero no a cada momento”. Deseaba que compre frutas en los pueblitos más lejanos de Progreso, galletas de las tenduchas, como él hacía. Tengo que decir también que yo creía que deseaba invitarme con buena intención. Al sentirme motivado a seguir comiendo dije: “Perdón Ramiro, yo sé que me causará daño, si hace poco he desayunado…” Solo me miraba inquisitivamente tratando de adivinar mis pensamientos.

El día del jolgorio, Ramiro recordó junto a sus amigos de hace 15 ó 20 años atrás cuando trabajaba como profesor en Fuerabamba, distrito de Challhuahuacho vecino de Ccoyllurqui. Recordaba las incidencias cuando venía a cobrar su sueldito a Tambobamba y evocaba sus borracheras junto a sus amigos. En cambio yo, esos días carecía de dinero y lo único que tenía en el bolsillo era 20 nuevos soles, deseaba continuar viaje a Cusco; pero sería nada cortés de mi parte que me fuera, y todos ellos abandonados. Decidí quedarme porque también había la posibilidad de salir al día siguiente; pero cuidaba lo poco que tenia. Aquella mañana encontré a Rigoberto Pereira un ingeniero agrónomo que tuvo inquietudes de escribir temas históricos de su pueblo. Sabía tocar guitarra y nos deslumbro con sus canciones.

Mientras tanto compramos cerveza, lo único que hice fue adquirir un par de botellas grandes, no podía tampoco beber a costa de otros. Antes de comenzar con el rito de las bebidas, se produjo un dialogo con Ramiro, como en el cuento del cóndor y el zorro:
- Oye Marcos espero que te comportes bien, no vaya a ser que te salga uno de tus chistes vulgares y me hagas quedar mal ante mis amigos, todos ellos son “dignos caballeros de Tambobamba”[1].
- Ramiro descuida, yo no voy a hablar nada, además no tengo ganas de beber, les acompañaré hasta cierto momento.
- Muy bien, es importante cuanto te digo, porque se trata de personas mayores…
- Ciertamente, creo que todo depende de la confianza que a uno le den, si yo soy desconocido, entonces no quepa… - Fui al baño pensativo y hablaba conmigo mismo: “Entonces para qué diablos, me presenta a sus amigos, no los necesito. Me va a decir sobre mis chistes vulgares, si hace rato que están hablando bobadas. Otra cosa es que ellos se burlen de cualquiera; pero ellos no quisieran ser jamás objeto de chanza, mucho menos por personas como yo, de baja condición social”.

Terminaron las botellas, un poco borrachos fuimos a buscar a otro amigo de Ramiro que fue autoridad en Tambobamba y que con nuestro anfitrión amigo suyo se hicieron resentir. No deseaban tener más amistad, habían quebrado sus relaciones amicales. Ramiro decidido de intermediar y hacer las paces, fue en busca del resentido, éste al verle le abrazó. Recordaron tiempos idos y cuando tomaron sendos vasos, preguntó por la esposa de Ramiro. Éste ya les había comunicado que se encontraba en Finlandia. El viejecito pregunta después de haber bebido un par de vasos:

- Oye Ramiro, dime si es cierto o no que aquellos años por Fuerabamba había una gringa y a ella tú te la tiraste carajo, resulta que esa gringa era Eliane Kervin, esposa del Presidente Alejandro Cornelio. Sois pendejo carajo, eres internacional dime que es verdad… - Ramiro se sonrojó, no supo a dónde poner el rostro y desmintió:
- Oye amigo eso no es cierto. Lo de la Kervin fue cuando estaba en Ocongate…
- Pero entonces quién era la gringa carajo… - Ramiro no supo que contestar y solo calló tratando de responder con los gestos de la cara y los ojos. Consideró que no era pertinente confesarlo en aquel momento, porque estábamos presentes nosotros. Gente impertinente que no debería enterarse de este tipo de acontecimientos de su vida privada y obviamente, se trataba de otra gringa.

Continuaron con el intercambio de anécdotas, recuerdos gratos e ingratos, no dejaban de reír a carcajadas. Yo estaba en otro grupo, se nos acababa la cerveza. Momento que Ramiro cometió una impertinencia

- Oigan ustedes también compren pues, ¿qué esperan, que nosotros les demos más cerveza?

Confieso que sus palabras fueron oportunas y pensé en las botellas casi vacías. Pensé en mis bolsillos, tenía solamente cinco soles, porque también había comprado el libro del amigo Pereira. Instintivamente me levanté para ir al baño, doblé la esquina y crucé el río de Awkimarca que bajaba de las alturas, aproximándose al Apurímac en su recorrido inexorable y vital para la gente que vive de actividades agropecuarias en ambas márgenes. Continué caminando a la plaza, ingrese a un restaurante y almorcé, me quedaban dos soles cincuenta. Un poco borracho me senté en una ceremonia de colocación de primera piedra para el mercado modelo de Tambobamba, me invitaron unas botellas más de cerveza y torne al alojamiento a tratar de recuperar la sobriedad.

No estaba ansioso de seguir bebiendo, menos con gente que me estaba observando si bebía o no lo hacía; si me serbia vaso lleno o a medias. Como si careciese de experiencia, quizás podría haber cometido alguna imprudencia. Para mí no es alimento aquella cochinada, tampoco es la primera vez que ingiero este tipo de bebidas. Una vergüenza para mí que permanezca al lado del grupo que empezó a hacerse insoportable. Decidí irme a otro lugar y caminar por el pueblo. No estaba en mi casa, tuve que introducirme dentro de la camioneta y tratar de dormir, porque tampoco podía quedarme dormido en la plaza a vista y paciencia de la gente que va y viene.

Aquella noche fue uno de los momentos más tristes de mi vida, pensaba en los acontecimientos, en los amigos de Ramiro, sus problemas, el dinero que todos ansían tener y que ya no pueden trabajar por la edad. Qué tiempos aquellos cuando estuvieron en el poder local y mientras el pueblo, la gente común y corriente sufriendo y trabajando por bicocas y miserias, que incluso ya dejaron de existir. Aquellos señores amasando fortuna por estar en el poder local de Tambobamba.

Salimos de Tambobamba el martes por la mañana. Desayunamos en Cotaneras a las diez y media. Como mandaba la costumbre, quería un caldo de cabeza de cordero en la plaza, ahí donde come el pueblo, para mí no es un problema ir al “hotel agachados”, comiendo ahí sentado sobre los peldaños de concreto de la plaza de armas. En cambio, los señores iban y regresaban buscando un restaurante, deseaban tomar sus alimentos sentados dentro de un local, evitando moscas y el polvo. En realidad, yo quería comer de acuerdo a mis economías, no podía pedir una extra, sino un plato sencillo e incluso el dinero podían alcanzarme para dos platos.
Continuamos viaje a Cusco; pero en el trayecto yo y Gómez bajábamos a cada momento para quitar las piedras que en la carretera habían caído como consecuencia de la lluvia en toda la región. Son vías que no tienen más de 20 años, solo se encuentran afirmadas; pero faltos de obras de arte para ser considerada verdaderas carreteras, en realidad eran solo trochas carrozables. Los usuarios tenían que mantener su vía puesto que ellos la necesitaban en el momento del desplazamiento.

En este instante me vino a la memoria los hechos más significativos de los cuales hablaba Ramiro. Se refería a la cantidad de libros de etnología que él había leído y que su hijo Gómez había hecho igual o mayor cantidad de textos de etnología de la misma especialidad porque en realidad: “Ambos eran voraces en la lectura de libros”. Me preguntó si mi hijo era algo parecido al suyo, solamente parafrasee: “Esta empezando ojala que le guste…”. Lo que me causa impresión es cómo la gente a pesar de proceder del medio rural, se aculturan, porque tuvieron acceso al manejo de regulares cantidades de dinero.

Una tarde casi discutimos cuando Ramiro dijo que bebía piscos de calidad y de marca, aseguraba que bebía solo “biondy”, una botellita costaba 40 soles. Esto me molesto mucho, porque nadie estaba preguntando si tomaba piscos de calidad. El pueblo y la gente pues bebe lo que quiere y puede y no importa que por este motivo incluso muera. Por ejemplo, yo apenas tomo cerveza y muy poca, por el costo que tiene. Para mi eran pamplinas que estemos hablando de estupideces en lugar de ocuparnos aunque sea del asunto de la investigación.

Me dio la impresión que Ramiro era todo lo contrario lo que decía ser, que había leído libros, en realidad habría leído resúmenes, comentarios. Pero libros íntegros no imposible. Si lo hubiera hecho, su actitud no sería como la de un patán cualquiera, parecido a Sancho Panza, sino sería todo lo contrario. Según él, su hijo “era sumamente voraz con los libros”; sin embargo, los profesores de la universidad tienen otro concepto de aquel alumno, como si no lo conocieran.

Recuerdo que su hijo también había escrito algo interesante e importante para una revista japonesa. No ha debido dármela, porque lo leí en Pamputa por las tardes que no hacía nada. La impresión que me causo fue muy triste y decepcionante. La redacción era muy pésima, no entiendo cómo publicaron este trabajo. Me pregunto: ¿Dónde estaban Carlota y Ramiro, que no pudieron echar una manito en la revisión a tal artículo?

Otra impresión que me causo y que vuelvo a reiterarlo, ya lo dije párrafos arriba, es respecto que a Ramiro le gusta chupar, comer y dormir; pero demasiado. Una mañana me cita a las 9 de la mañana. Yo fui exactamente a la hora citada y no me recibe, se hace negar con Gómez, este me hace saber que fue donde una hermana y no regresaba, pude asegurar que estaba retozando. Retorné pensativo a mi casa: “No me recibió, pude leer en los ojos de Gómez que mentía”. Aquella mañana lleve las sugerencias que según él, faltaban en el documento. No ha leído el trabajo, jamás quiso darse la molestia de hacerlo, porque: “No está dispuesto de leer tonterías, no soportaba leer estupideces, excepto obras de intelectuales famosos… mejor si son best seller”.

Ha minimizado desde el principio nuestro trabajo y lo único que vale para él, es todo cuanto puede decir sobre el tema, cuando en realidad tampoco sabe. Otro le hace el trabajo y a cambio de paga. Concluí que era un tipo tal vez más holgazán que yo; sin embargo, hay gente que tiene estas características, no le gusta leer, tampoco le gusta sentarse frente al computador y sistematizar, simplemente porque es un pobre ignorante, tiene temor de manipular un ordenador, tampoco sabe de programas, menos del idioma inglés. Todo cuanto le agrada es reírse, chismear hablando mal de la gente fijándose en sus vestidos, y comer, beber y luego retozar, porque se siente cansado, tipos como éstos padecen de hipocondría y quizás esperando ya la muerte y que un día vendrá inexorablemente para todos.

Ramiro corría el riesgo que de todos estos hechos se entere el jefe del proyecto que se encuentra en Lima. Hasta ahora no ocurre nada y debe estar arrepentido de haberme pagado incompleto y al contrario concluir: “Que cojudo he sido, al huevon de miéchica de Marcos he debido darle cien dólares y hubiera tenido conmigo 200 dólares más, no hubiese dicho nada”. Como verdadera rata, ha pensado en todo momento neutralizarme, haciéndome sentir que soy importante, dándome manzanas, invitándome comida extra. Un domingo incluso Gabi Concepción me entrevista en la radio para exaltarme (en realidad su propósito fue destruirme, porque me manda preguntar con una de sus ayayeras, cuando siquiera hablé un minuto sobre el carnaval de Sao Paulo). Con todo cuanto hizo conmigo, la rata Ramiro no logró su objetivo. Al contrario, ha motivado dentro de mí la capacidad de aprehensión e imaginación que tengo; al final, “el tiro le salió por la culata”.

Fue precisamente aquél día en un instante que retornábamos a Cusco, una piedra pequeña dio directo en la sien derecha de Ramiro. La ventana de la portezuela tenía abierta, a fin que ventile la cabina. No hubo herida, solo observamos el hematoma de color verde oscuro que se había formado en el momento de la necropsia. Con él se fueron sus ambiciones y deseo de hacer el mal a la gente. Nos trajo recuerdos y sentimientos de culpa. Aquel mismo día en horas de la noche, Ramiro dejó de existir, no sufrió, ni convaleció por ninguna enfermedad. Muchos se sorprendieron de su deceso y comentaron una serie de acotaciones, muchos quisieran la muerte que tuvo Ramiro. Entre los comentarios resaltaba una: “Alguien le hizo kintus con coca y por eso murió”. Solo de esta manera también se irán todas las ratas que hicieron uno y mil perjuicios y vivir como verdaderos parásitos y de una buena vez se fueran, aunque persistían en su propósito de causar daño a sus semejantes.

Todos preocupados porque la ancianidad es un problema, baja la vista o bien uno se convierte en miope o invidente completo. Los dientes gastados, los oídos que no escuchan y las fuerzas poco a poco le van abandonando. Son objeto de burla de los nietos, los hijos ya crecidos que generalmente suelen gritar a sus progenitores. Hubo un caso de un anciano que carecía de fuerza ni para andar, padre de un Fiscal en la corte superior del Cusco, vivía como si fuera cualquier perro. Es parecido al abuelo del vicepresidente de la Región que vive en Cusco por la avenida Argentina pidiendo limosna. Nadie reparaba en él, mascaba los piojos de las costuras de su ropa, todo greñudo, sus hijos abandonaron a su suerte. Otro caso, por ser malo cuando era joven también fue abandonado por sus hijos. El anciano estaba tanto tiempo en su lecho de dolor carecía de fuerza para voltearse a uno u otro lado, cuando se cansaba de permanecer en la misma posición. Cuando murió, la sábana se había adherido hasta penetrar en su piel, la manta ya era parte de su cuerpo. Tuvieron que remojar con agua tibia y separar la prenda de la piel que se arrancaba junto con las sábanas.

Llegamos a Cusco a las tres de la tarde me dejaron incluso en mi casa, de los cuales estoy agradecido porque carecía para los pasajes. Si me dejaran en el paradero, llegaría sin nada; pero pagaría, una vez en casa. La gente suele recordar: “Tener riqueza son como aquellas nubes del horizonte, solo ser pobre es eterno, nunca se acaba”.

Algunos ancianos suelen comprar con la debida anticipación su cajón, porque según calculan, sus hijos no adquirirían uno para sus exequias, era deseable asegurar el cajón y que luego de ingerir bastante alcohol, se tirarían a cualquier río y morir ahogados. Por esas razones decían que era preferible morir en accidente; pero sorpresivamente, sentado tranquilo y dejar de respirar igual como ocurrió con la rata Ramiro. En realidad, aquellos que todavía quedaron con vida, envidiaron su muerte, quisieran tenerla para no sufrir como la gran mayoría.

[1] Lo real en estos pueblitos es que estos personajes que Ramiro dice que eran “dignos caballeros”, eran los más ladrones, calumniadores y vividores a costa del sufrimiento de la gente pobre, porque fueron autoridades “tayta llaqtas” odiados por aquel pueblo pobre y miserable.

No hay comentarios: