lunes, 8 de marzo de 2010

EL BURRO Y EL ZORRO

Cuentan que hace mucho tiempo el nombre del burro fue “Mariano Lapaq Lapaq[1]”. Era tan viejo igual como su dueño. Una tarde retornaban luego de haber realizado las labores agrícolas. El dueño le ordenó a Mariano:
- Oye Mariano Lapaq, anda vaya yéndote. Recuerda que llevas herramientas, sogas y reatas. Luego que llegues a casa, debes guardarlas convenientemente - El dueño debía beber chicha con sus vecinos y parientes en un paso obligado a la comunidad.

Entre tanto, el burro salió hacia la casa donde vivía. Efectivamente, llevaba a cuestas lazos, reatas, sogas y herramientas con dirección a casa. Por el camino divisó un área de apetitoso pasto verde. Mariano Lapaq dijo dentro de sí: “Esto si debo comérmelo, está tan apetitoso que no habrá ocasión de alimentarme mientras mi dueño toma lo suyo”.

Entre tanto que Mariano Lapaq pacía tranquilamente. Unos zorros que vivían por el lugar, se habían dado cuenta de su presencia y al ver tan enorme presa comentaron de esta manera:
- Oigan miren aquella carne que está parada y no se da cuenta de nuestra presencia. Nos duraría por lo menos un mes entero. Vamos todos y capturémoslo.

En efecto, los zorros decidieron atacarlo todos al mismo tiempo. Le dieron mordiscos en las patas, el cuello, la espalda. Deseaban tumbarlo a viva fuerza y matarlo. Mariano Lapaq se reincorporó, como si quisiera hacer un último esfuerzo, comenzó a correr en forma desesperada, produciendo un sonido como el que sigue: “Lapaq, lapaq, lapaq”. Los zorros, en su propósito de tumbarlo y matarlo, sólo habían logrado quitarle las sogas y reatas. Mariano Lapaq salió de aquel apuro; pero llegó a su casa magullado, y lleno de heridas.

El dueño también llegó al atardecer a su casa. El burro todo compungido se acercó a su dueño llorando. El viejo tomó la palabra al ver al jumento en estado tan deplorable:
- ¿Oye, porque estás así? ¿Qué te pasó? ¿Dónde están las sogas que trajiste? - Para sorpresa del dueño, el burro habló en idioma que sólo los humanos solían hacerlo:

- Ay papá, mire usted. Los zorros que viven en unos roquedales que se encuentran por el camino, me quitaron las sogas y reatas. Papá, pero no tengas pena, recuperaré todo cuanto perdí por culpa de los zorros ladrones.
- ¿Y cómo así los recuperarías?
- Papá, sólo quisiera que me prepares ajiaco de quinua.
- ¿Quinua? ¿Pero para qué?

El viejo accedió al pedido de Mariano Lapaq. Alistaron una olla llena de ajiaco de quinua. Tan luego que estuvo lista la quinua cocinada, por pedido y sugerencia del burro le rellenaron en las orejas, el ano, los sobacos y la boca. Luego que estaba con esta apariencia; en el lugar donde los zorros solían circular, se tiró simulando estar muerto.

Después de unos instantes, casualmente venían los zorros ladrones y al ver al burro dijeron:
- Oigan, miren Mariano Lapaq había muerto aquí. Ahora habrá carne para todo el mes y prepararemos los mejores potajes.
- Vayan a la casa y traigan las sogas y reatas que guardamos, hay que jalarlo hacia la casa.

Tal como había sido de consenso, los zorros se ataron las sogas por la cintura, cuello y los brazos. De pronto en la escena aparece un curioso pequeño zorrito llamado Lucas, veía que los demás zorros se amarraban las sogas en todo el cuerpo. El zorrito se acercó al burro muerto y levantó los párpados de los ojos y dentro de sí concluyó: “Me parece a mí que este Mariano no está muerto”. En seguida fue al lado donde estaba el ano del cuadrúpedo, levantó la cola y luego de una observación minuciosa, otra vez concluyó tajantemente: “Este Mariano creo que no está muerto, sus ojos están saltando: “Lipuq, lipuq, lipuq” y su ano “sipuq, sipuq, sipuq”. El zorrito da a conocer sus sospechas a su familia:
- Mamá, papá, hermanos; este Mariano me parece que no está muerto, sus ojos dicen “lipuq, lipuq” y el ano “sipuq, sipuq”; compruébenlo por ustedes mismos, observen sus ojos y ano - Los mayores no le dieron la debida importancia al zorro pequeño llamado Lucas. Al contrario, el que parecía ser el jefe del grupo de los zorros; ordenó:
- Ya, ahora jalen, con todas sus fuerzas - De pronto, Mariano Lapaq se levantó y sorpresivamente comenzó a correr arrastrando a los zorros que estaban bien atados, del cuello, la cintura. Los zorros al ser remolcados por el burro dieron con las piedras y espinos de los caminos pedregosos y de esta manera el burro mató a los zorros ladrones.

Mariano Lapaq llegó a la casa con las sogas y dijo al dueño:
- Mira papá, aquí están todas las sogas que dábamos por perdidas; las he recuperado y a los ladrones también los maté.

El viejo al ver el suceso se sintió feliz de haber recuperado sus pertenencias y de poseer un burro que hablaba.

[1] Denominado así, porque las orejas del burro cuando se sacude producen el sonido parecido a “lapaq, lapaq”

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