lunes, 8 de marzo de 2010

EL BURRO BLANCO

UNO

Casi todos lo conocían por aquel sobrenombre. Arequipeño de nacimiento, cuya ocupación en la ciudad blanca era trabajar como “ordeñador de vacas”, como refirió cierto cuñado suyo. Descendiente de la raza blanca de tamaño alto, ojos azules y bien parecidos, su único defecto analfabeto, no sabía leer ni escribir. Según contó posteriormente su esposa, una trigueña procedente de la sierra. Por el hecho que él era blanco, tenía la mala costumbre de discriminar al resto de sus interlocutores e incluso a su esposa que era trigueña. Cuando aún era adolescente, no le gustaba estudiar ni aprender nada, jamás tuvo disposición para ello. Actitud lógica porque sus padres no sabían tampoco algo qué enseñarle. A raíz de los frecuentes castigos dados por la maestra de escuela y por su madre en casa, abandonó los estudios. Más tarde sintió estas carencias hasta las lágrimas, no pudo entender los porcentajes del pago de impuestos, las multas a la SUNAT; mucho menos interpretar los textos que sus hijos pedían que su padre les enseñe algo.

Cuando sus interlocutores lo nombraban de su apodo “Burro blanco”, cambiaba de expresión, se ponía colorado y reaccionaba violentamente, deseaba matar a quien había pronunciado aquel insulto. Yo era aún pequeño, al escuchar por primera vez su sobrenombre, solo sonreía, casi no entendía lo que le querían decir. Estaba en el segundo de primaria, pero en cambio yo chiquillo aún ya sabía leer y escribir, aunque no muy bien.

DOS

La primera vez que nos encontramos con el “Burro blanco” (que por supuesto en aquella oportunidad nadie sabia sobre su apodo), nos dejó impresionados porque solo hablaba castellano. Nosotros lo mirábamos como si fuese un gringo y la mujer nuestra paisana se sentía orgullosa de ello. La única razón por el cual su mujer lo traería a su comunidad, fue porque se dio el lujo de tener por marido a un blanco que parecía gringo, pero “Burro”. Recuerdo que a las mujeres gordas las llamaba “wirasapa[1]”. Utilizaba el numero mínimo de términos quechuas como son “ariy”, “manan”, “paqarin”, etc. (“si”, “no”, “mañana”; respectivamente). Jamás tuvo la predisposición de aprender el idioma de su mujer, porque consideraba inferior que la lengua castellana. El quechua pertenecía a cholos e indios, aunque un “Burro blanco”, como él pertenecía a la raza blanca.

Todo cuanto admire de él fue su amor al trabajo, porque de Arequipa vino con tres hijos (según supimos después, en Cusco el numero alcanzo a 9), a quienes había que alimentar, vestir, educar y darle una casa. Una vez instalado en la comunidad campesina de Onoccora empezó a trabajar incansablemente, deseaba demostrar a todos los indios y cholos juntos, cómo se trabaja la tierra, cómo se cría y engorda los animales y el hombre sabía cómo engordar vacas. Simplemente había que comprar ganado flacuchento de las ferias semanales a precios rebajados, para engordarlos y venderlos.

En el lugar donde trabajaba vio que criaban ganado vacuno con un proyecto de engorde, asesorado por ingenieros y veterinarios. Cada día aquel ganado piojoso y parasitado debían alimentarse con melaza de caña de azúcar, mezclados con paja recolectada de las lomas de la parte alta de las comunidades, alfalfa y avena henificadas. Para ello también debían contar con pastos cultivados y asociados, es decir, había que diversificar la alimentación del ganado, solo así podrían estar aptos para ser vendidos. Pero todos estos proyectos las concibieron solo como ideas de tipo teórico y otros serían los hechos que ocurrirían en realidad, como veremos más adelante.

TRES

El “Burro blanco” vino de Arequipa haciéndose ilusiones porque en la ciudad blanca la situación se puso mas critica por la escasez de trabajo y aunque había uno, la paga era muy poca, no alcanzaba para mantener a su familia, el requisito mínimo secundaria completa. Vino de Arequipa a Cusco haciéndose ensueños, creyendo que estaba yendo a un pueblito de cholos ignorantes y retrasados mentales que podría embaucarlos y explotarlos.

En la comunidad de Incaparte San Pablo el cuñado mayor le ofreció tierras para cultivarlas y de esa manera hacerse de productos para alimentar a su familia e incluso vender el ganado que pudiera criar. No supo que estaba ingresando a un mundo de estructuras sociales, económicas y culturales diferente al que había visto y vivido en Arequipa.

La textura de la tierra era arcillosa y no como en Arequipa toda suelta y franca relativamente fácil para trabajar. Además en la sierra existía la mala hierba conocida con el nombre de kikuyo que invadía chacras, por lo demás de constituirse en una maleza que malograba las estructuras de concreto de los escasos canales de irrigación; lo cual era una de las mayores dificultades y considerado como una maldición por los campesinos.

No había sistemas de riego para las diferentes parcelas, la gran mayoría de tierras se cultivaban solo con la lluvia que caía a partir de mediados de diciembre hasta mediados de abril de cada año. En Arequipa era diferente, no había lluvias, toda la producción agropecuaria estaba instituida en torno a una organización de regantes que manejaban el agua con reglamento de usuarios.

El otro aspecto contraproducente para las expectativas del “Burro blanco” era que el mercado local no demandaba mucho los productos que producía. No había una población numerosa y exigente que necesitase continuamente sus productos, aunque en la localidad había una feria semanal.

Otro punto que le pareció chocante fue el hecho que los hombres en la comunidad cuando se trataba del trabajo, solían concurrir a las 9 ó 10 de la mañana. No era como él pensaba, que los trabajadores que supuestamente tenían deseos de trabajar y por ende progresar, debían hacerlo a partir de las 6:30 y laborar todo el día hasta las 5 de la tarde y con un solo descanso de una hora para el almuerzo.

En la comunidad concurrían a la hora que mencioné mas arriba, luego de haber “almorzado” por la mañana. Claro que todo el trabajo que realizaban tampoco era por un salario sino por “ayni” (prestación de servicios trabajo por trabajo), aspectos que el “burro blanco” trataba de entender.

A raíz de todos estos problemas estaba en continuo conflicto con su mujer. El “Burro blanco” se empecinaba en volver para Arequipa, en cambio la mujer no quería, porque también se sentía protegida al lado de los suyos. Ella sola en la ciudad blanca seria objeto de abusos por parte de su marido, definitivamente ella no quiso. “Burro blanco” tuvo que acceder ante los exigencias de su mujer, además porque ya tenían más hijos.

En las labores agrícolas de barbecho, siembra, aporque y cosecha; había que observar reglas que la comunidad de Incaparte había establecido desde hace muchísimos años y los hombres que viven en ella no tenían más que adecuarse. Si no se sometían a tales normas y costumbres, simplemente podían retirarse. Sobre este asunto, “Burro blanco” pensó mucho. La duda le embargaba y se podía ver a simple vista cuando se desanimaba en el trabajo que realizaba y mandaba frecuentemente todo al diablo.

Otro aspecto que no le gusto fue que los hombres de aquella comunidad trabajaban animados por el licor. Un poco “picaditos” y todo alegres haciéndose bromas de diverso tipo. En realidad trabajar en la chacra era para personas mayores, resultaba estar en una situación feliz, olvidando sus problemas de su hogar, otra forma de ver y vivir la vida.

CUATRO

Empezó la debacle para el “Burro blanco”, porque también comenzó a ingerir licor. Esta bebida que se acostumbra servir en copas, era un medio mediante el cual, los hombres y mujeres se relacionaban para intercambiar favores de diverso tipo. Igualmente la información con el cual debían contar para realizar sus actividades agropecuarias.

El “Burro blanco” para complementar sus ingresos, se dedicó un tiempo a la compra de lana de ovejas, actividad que le produjo regular ingreso monetario. Deseaba generar ingresos, porque como sabemos tenía 9 hijos que alimentar. Se hizo de compadres, cuando le pedían que fuese padrino de corte de cabellos de algún hijo de sus vecinos más cercanos. Además que le solicitaron que fuese padrino de matrimonio, requerimiento que acepto hasta en dos ocasiones.

Pensaba siempre que necesitaba rodearse de amigos y compadres de confianza que le ayuden a cuidar la casa, a trabajar las chacras, porque eran jornadas sumamente duras. En esta situación el “Burro blanco” continuaba en la comunidad; pero la costumbre de ingestión de licor se apodero de él, hasta convertirse en un vicio del que jamás pudo salir.

No pudo soportar mas, creyó que iba a incorporarse fácilmente al medio rural; pero no pudo hacerlo porque las costumbres que tenía la gente, le parecieron extrañas y empezó a odiarles. No vivió más de 5 años y convencido que su vida no podía continuar así, determinaron irse para la ciudad del Cusco.

Cuando lo vimos en la ciudad imperial, se dedicaba a la compra de cueros de res de los camales de beneficio de Huanchac y Umanchata. Con dinero prestado por su cuñado empezó a acumular regular cantidad de “capital”. Llego a tener dos camionetas para trasladar estos artículos que eran vendidos cada 15 ó 30 días del mes a intermediarios procedentes de Arequipa, Lima y Trujillo.

Pero todos estos negocios estaban casi siempre intermediados con la ingestión de cerveza, se emborrachaba hasta perder el conocimiento. La esposa no bebía, los hijos se hicieron jóvenes. “Burro blanco” ingreso a una etapa de bonanza económica. Yo los veía que cada día en horas de almuerzo bebían 4 botellas familiares de coca cola y el padre un par de cervezas.

El alcoholismo no solamente se produce cuando uno bebe alcohol metílico mezclado con agua, sino también la cerveza (que tienen 5% de alcohol), que causa los mismos efectos. A aquellos que lo ingieren lleva por el camino del vicio y la enfermedad de la dipsomanía, un mal incurable. Tanto fue el gusto por las gaseosas que la esposa comenzó con un proceso diabético. Uno de los síntomas era la caída de la dentadura e indicios de ceguera. E igualmente las pequeñas heridas que se hacía con el cuchillo en las manos no cicatrizaban.

Tuve la ocasión de conversar con ella ya no bebía líquidos azucarados: “El doctor me dijo que era por el azúcar, será cierto o no, qué será…”. Más adelante nos contó que se sentía cansada y le daba mucho sueño. Pero no confesó que algunas mañanas la saliva de la boca la tenía también endulzada. Como igualmente nos refirió uno de sus hijos, que hasta la actualidad trabaja comprando pieles de ganado vacuno.

Al esposo a quien (como dije mas arriba) casi todos conocen de “Burro blanco”, otra vez bebe alcohol mezclado con agua, aún se le pudo ver por las chicherías de Barrio de Dios o por el sector Wanqartaki, perteneciente a la comunidad de Ccachona donde tiene al primo de su mujer y una parcela de tierra abandonada de media hectárea de extensión.

Cualquiera se preguntaría cómo tan apuesto caballero, no pudo ser chofer siquiera de sus camionetas. Sencillamente no pudo porque se trataba del “Burro blanco”, un analfabeto. Jamás pudo enseñar algo a sus hijos ¿Qué les iba a enseñar? El resultado, sus hijos ya tienen sus correspondiente pareja; pero ninguno llego a ser profesional. Todos son compradores de pieles de vaca o comerciantes de suela para zapatos.

Recuerdo cuando iban y volvían sentados en sus camionetas pasaban todos sobrados. En la actualidad no tienen ninguna y se trasladan en unidades de transporte público juntamente que los cholos e indios que un día trataron con desprecio y que inclusive hoy en día tienen que soportar los piojos y pulgas que aquellos desposeídos se las endosan dentro de los micros. Se daban cuenta cuando sentían las picaduras y de paso se introducían entre sus prendas, fue inevitable que utilizar aquellos medios de transporte. A “Burro blanco” nadie les respeta, según fue dando confianza a holgazanes y viciosos del barrio, lo tratan como si fuese cualquier andrajoso, porque tampoco viste como cuando era adulto, cuando tuvo dinero y posición social y cierto poder dentro de su hogar y la vecindad.

Sus hijos tampoco le tienen alguna consideración, excepto una de sus hijas que tiene aprecio y cariño. Es la única que se preocupa de su aspecto externo y su alimentación del “Burro blanco”. La esposa que un día le quisiese con toda el alma, tampoco siente algún interés, pareciera que ella cambió al “Burro blanco” por sus hijos varones, a quienes les trata de “papá”, “papito”, no importa que estos sean unos malcriados o borrachos igual o peor que su padre.

Pronto el “Burro blanco” dejará este mundo, según dice la gente, no vale ser pretencioso, codicioso ni mucho menos arribista. Un día el dinero y los bienes se acaban y la gente no te valorará por los bienes, sino por todo cuanto contribuiste en la formación de los hijos.
[1] Sebosa.

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