lunes, 8 de marzo de 2010

DISCRIMINACIÓN EN T’IKA PALLANA

Gualberto los conoció cuando unos gringos lo buscaron “como aguja en el pajar”, necesitaban que alguien los acompañe y guíe a la batalla ritual del T’ika Pallana en Cotaneras.

Cuando le pidió a aquel gringo un miserable rollo de película, porque no llevó la suya, creyendo que Simón – uno de los hijos de Gualberto – ya había colocado en la cámara fotográfica y todo por un pequeño descuido. El gringo egoísta argumentó: “Los que ves aquí, son importados de Cesanfra, porque los que se venden en el Virú, son de pésima calidad. Yo no sé por qué razón no trajiste la tuya, no puedo darte una de las mías”. Mentira que hizo pensar mucho a Gualberto de estos mezquinos y ridículos cesanfrineses.

Sin embargo, ellos aparecían ante el resto de la gente como los más colaboradores, solidarios y honestos: “Paladines de la justicia”, “defensores de la cultura andina”, los “reivindicadores del quechua”, etc. Gualberto consideró que se trataba de otros contrabandistas de la cultura andina y lo único que deseaban era enriquecerse más y más. Gualberto todavía les entregó una copia del artículo: “El Ritual del T’ika Pallana entre los Cotaneras”. Por tanto, en reciprocidad pudiera haberle dado el rollo de película; sin embargo no le dio nada, por ese motivo Gualberto no obtuvo ninguna foto del encuentro ritual de ese año, como es de suponer el próximo ritual se llevaría a cabo de un año.

Se llamaban Joaquín y el otro Patricio, ambos cesanfrineses, uno de ellos periodista y el otro camarógrafo que trabajan para una institución del “país nórdico”. El primero bajo de estatura, de contextura atlética. “Era un gringo calvo, cabeza pelada igual que de los pájaros tiernos, recién salidos del cascarón”. Tenía un concepto general y pésimo de la manera de ser y el comportamiento de los viruneses. Según él: “Estos tienen la costumbre de pedir y pedir dinero. Ven a un extraño de tez blanca, doblan o triplican el precio de los productos”.

Ésta actitud era el reflejo de demasiada ostentación de riqueza, precisamente de estos gringos, que comen productos enlatados y adquiridos en los super mercados, donde van sólo los ricos. Además, cuando comen, también desechan alimentos como si no tuviesen costo, es la cultura de desechar todo, compran productos fácilmente y con la misma facilidad lo tiran. Es decir, ellos mismos comenten el desliz para que los viruneses actúen de esta manera cuando están frente a ellos.

El otro gringo llamado Patricio, compañero de trabajo del primero, era más alto y delgado, soltero empedernido de 46 años de edad; pero más amable. Más adelante supimos que Patricio cuando estuvo en Rimac, no pudo evacuar durante cuatro días. Sus amigos en otro ambiente sabían que estaba sufriendo sentado en el inodoro y al quinto día por fin se le vino. Los otros lanzaron hurras y vivas, expresiones de júbilo y alegría porque por primera vez estaba logrando excretar en la ciudad de Rimac. Probablemente se le habría secado por la preocupación y la inquietud que le embargaba su retorno a Virú. Porque fumaba como “chino en quiebra”. Se admiraba de los viruneses que ingerían grandes cantidades de alimento que parecían bestias y que probablemente tenía poco valor proteico, puro bagazo. Pero todos se alimentan y viven, se enferman y mueren como quieren, a quien le importa.

Partimos a Cotaneras a las cuatro de la tarde, fue una caminata ardua y llegamos a las 9 de la noche. Aquella noche cuando ya eran las diez, determinaron dormir en la municipalidad distrital de Cotaneras. Lo primero que ocurrió fue que Gualberto no se había lavado los pies, porque en Cocus tenía indicios de pulmonía y sus zapatos emanaban un olor de los mil demonios. Los gringos y el cocusquensi de raza blanca, y los otros asistentes, no pudieron conciliar el sueño. Uno de ellos determinó poner los zapatos a la altura de la nariz de Gualberto. Éste con el horrible olor tampoco pudo dormir, preguntándose quién y con qué intención lo habían hecho. Creo que con aquella pestilencia, hasta al mismo diablo podría haberle despertado de su profundo letargo y hubiese huido en busca de aire puro. Gualberto se dio cuenta y pensó en sus calcetines y calzados, recordó que no pudo disponer de tiempo para lavárselos. Las horas no pasaban, todos amanecieron totalmente ojerosos como si se hubieran emborrachado toda la noche.

Dos horas antes a la hora de comida, Gualberto como era de costumbre, comió tanto que por la noche tuvo problemas estomacales. No pudo ir al baño, porque no había luz, solo miccionó un poco. No tuvo otra alternativa que acostarse sobre el camarote que le habían asignado. Serían las once de la noche cuando empezó a soltar gases estomacales como nunca lo hizo. Acto más asqueroso que nadie había sospechado siquiera que iba a ocurrir. Los gringos no pudieron dormir, por el olor que pululaba en el ambiente que era espantoso.

Tuvieron que olerlo, porque Gualberto dijo dentro de sí: “Que se vayan a la puta de su madre carajo, tirarse pedo es una necesidad; pero olerlo es voluntario, que se mueran si es posible, que miéchica me importa. Por qué y para qué diablos me pusieron los zapatos en mis narices…”. Supuso que de los demás soltarían gases que emanarían los mismos olores, porque comieron similares alimentos, solo que Gualberto comió todo lo que pudo, como un verdadero puerco, parecía que para él el mundo se acabaría. Tal vez creía que era el último almuerzo de aquel día en su vida, es que se trataba de un virunés miserable y las oportunidades de comer como lo hizo, eran raras y casuales.

Joaquín consolidó sus apreciaciones de los viruneses: “Comen como animales; pero en el rendimiento de trabajo son pésimos, los europeos que comemos poco, creo que trabajamos mejor”. Como todos sabían, los viruneses se encuentran en una situación miserable y lamentable. Cada día pasan su vida como dé lugar, mascando coca o las uñas. No tienen trabajo y esperan el momento oportuno para cometer algún delito. En las ciudades día tras día están sin probar alimentos a veces se ven obligados de ingerir comida para pollos. Los jóvenes que no tienen alguna especialidad, reciben tres soles diarios. El día asignado para el pago de estos “salarios”, los pequeños empresarios que los ocuparon como trabajadores, no les pagan ni 50 soles al mes, cuando debieran percibir como mínimo 90 soles; sin embargo la ley dice que el mínimo vital es 450 soles. Algunos trabajan como pueden, solo por desayuno y almuerzo.

Gualberto se daba cuenta de todo, al día siguiente en el momento de vaciar el estómago se mataba de la risa por haber ofendido de tal manera a aquellos desdichados gringos; pero cargados de dinero. Creo que fue una especie de venganza por hacerse los pendejos.

Dejemos estas incidencias, pasemos ahora a hablar de la batalla ritual del T’ika Pallana.

Los días de la batalla ritual, también fueron acompañándoles dos viruneses que trabajaron como ayudantes de aquellos gringos, tipos que se creían muy hábiles. Los dos gringos pidieron que los viruneses actúen para satisfacer las demandas de los cesanfrineses a través de un video. Estos – según dijeron – trabajaban para editar uno de 53 minutos, donde se demuestre: “Que los cholos de las alturas de T’ika Pallana no eran salvajes, sino que su enfrentamiento era un ritual de tipo colectivo relacionado a su cosmogonía.

Frente a las filmadoras los dos inexpertos acompañantes, no actuaron como debía ser. Estaban nerviosos, preocupados y timoratos porque sabían que sus rostros, sus facciones y su voz, estaban siendo grabados.

Intempestivamente en el campo, se les presentó una anciana analfabeta que ignoraba de fotografías o filmaciones. Pastoreaba ganado vacuno tranquilamente, hilando lana de oveja en una rueca junto a un nieto suyo. El director pidió que beba agua de un charco que por ahí había y que supuestamente estaba contaminado con fashiola hepática. Una y otra vez le pidieron que haga tal acto y de los cuales como compensación Joaquín le dio un nuevo sol. Es ridículo hablar de esto, porque el gringo era un tipo tacaño, duro como una piedra. Igual como algunos norteamericanos, quizás peor que cualquier judío que por ahí andaba y a partir de todo concluir que los peruanos son tacaños, es el colmo, una necedad inaceptable.

En cambio, tanto a Justo como a Gualberto les pagaban una suma irrisoria y como resultado de este hecho, la tarde que se conocieron con Mario, el cocusquensi Norberto le propuso: “Te digo hermano que Joaquín es el mejor fotógrafo Cesanfrés reconocido de toda Europa y algunos de estos materiales, pudieras usarlos para tu tesis. Te conviene recoger datos que necesitas, pasajes gratis igual que la alimentación y además te vamos a lanzar a la fama a nivel mundial… Al contrario, tu deberías pagarnos…”. La última frase terminó en una carcajada ante el cual todos nos reímos mirándonos la cara y los ojos tratando de adivinar nuestros pensamientos.

Gualberto pidió que le paguen siquiera un monto regular: “Cada día, 50 dólares no estarían mal…” y aparentemente se arrepintieron de haber entablado tratos con él. Creo que les dio un torzón dentro del vientre y tragaron la hiel de la amargura. Al final, quedaron por 100 soles diarios, puesto que en los talleres que dirigía Gualberto le pagaban 40 soles la hora que multiplicado por 8 resultaban 320 soles por día.

“A mí con la intención de embaucarme, tratando de ‘dorarme la píldora’ solo por unas fotos para mi tesis y mi asistencia y asesoramiento gratis…”. Todo cuanto querían era obtener información, manejarla como suya y “lo de lanzar a la fama a Gualberto” eran puras pamplinas, un dulce que ni el benjamín de sus hijos le creería. cincuenta dólares, estaba bien porque ellos estaban trabajando para una organización internacional y supuso que incluso no le pagarían, Gualberto no les proporcionó la información que requerían como ellos deseaban, sino solo superficialmente; pero creo que de eso también se dieron cuenta, tal vez por eso no querría darle un miserable rollo de película, era como si fuera un enfrentamiento entre el zorro de arriba y el zorro de abajo.

En la última parte de la grabación el director y todos aquellos que le acompañaban sugirió que dijeran cuanto quisieran, en vista del temor que los embargaba y en son de burla fuera de cámaras Joaquín añadió: “Mejor hubieras dicho, señores cesanfrineses quiero comprar una camioneta cuatro por cuatro, necesito una; pero que sea semi nueva, envíenme vuestras ofertas… que aquí tengo el dinero”. Al escuchar todo esto, se rieron a carcajadas.

Los gringos a Gualberto le hicieron una serie de preguntas para la televisión cesanfrina y cuyo resumen se detalla a continuación. Las respuestas no son reales ni legítimas, sino solo aproximaciones de lo complejo del ritual:

¿Qué significa el T’ika Pallana? Es un acto salvaje de unos cholos de miéchica que no cambian. Continúan sumidos en la ignorancia, asisten porque se convierte en un pretexto para beber alcohol y luego regresan a sus casas a hacer líos y todo con el propósito de fornicar con mujeres. En algunas ocasiones por estas causas incluso llegan a matarse.

¿Por qué el 30 de enero? Es la celebración patronal de San Fermín que los católicos españoles en su labor de catequizar y cristianizar, tuvieron la mala suerte de no ser aceptados. Algunos indios creen que San Fermín – que tiene una canasta de frutas – es el santo patrono de su pueblo.

¿Qué significa el sacrificio y la muerte? Consideran que estar muerto o vivo, depende de la voluntad divina. Los Apus y la Pachamama, son divinidades que determinan si uno vive o muere en este mundo.

¿Cuál es la relación entre el T’ika Pallana y los Apus? T’ika Pallana es el lugar donde combaten estos dos distritos como son: Cotaneras y Tampupampa. Sobre ella se reúnen las divinidades juntamente que los hombres, todos se alegran con el juego de aquel día.

¿Cuál es la relación entre los Apus y la Pachamama? Apus son divinidades masculinas y la Pachamama femenina. Los primeros son los propietarios de la lluvia que proviene del ch’aska machu. La Pachamama recibe el agua que fertiliza los campos para que de esa forma trabajen los hombres.

¿Qué es la muerte? En la confrontación, la vida no vale nada, nadie siente temor de morir aquel día, pareciera que la gente que concurre desea la muerte, no quiere sufrir más en este mundo.

¿Quiénes se consideran ganadores? Cualquier bando puede ganar, depende del número de combatientes que tenga cada uno, el número debe estar equilibrado y sólo de esta manera se produce la confrontación.

¿Qué significa la sangre derramada? Se derrama la sangre en retribución por los parabienes que les procuraron a todos los hombres a través del año las divinidades, la Pachamama y los Apus.

Mientras tanto, los actores sociales de Cotaneras, los miraban todo estupefactos pensando en qué planes tenían aquellos extraños. Al final, ni el mismo alcalde les dio la debida importancia. Se fue, a seguir en sus quehaceres y ni siquiera se presentó para saber cual fue el objetivo de la visita. Probablemente temía todo cuanto iban a preguntarle y por esa razón al día siguiente el teniente alcalde se mostró también indiferente. Las autoridades pasaron por desapercibidos, probablemente estaban cansados de recepcionar gente extraña, a quienes hay que repetirles la misma historia de siempre y a cambio de nada.

Además dirían a manera de conclusión, eran simples “wakcha gringos”, seres humanos que no tienen a dónde ir. Carecen de todo, no tienen mujer menos hijos. Tampoco casa, chacras ni animales, por eso dirían: “Gringos desamparados”, aunque éstos tenían la costumbre de pasearse por todo el mundo.

Indudablemente, esos gringos solo consiguen bienes y medios para ellos, no piensan tener siquiera prole a quienes heredar sus riquezas, si los tendrían más adelante. Según ellos creen que es mejor casarse entre varones o entre mujeres, vivir para ellos, trabajar y gozar de la vida y pasarla bien, viviendo una vida egoísta.

Según contó el “wakcha gringo” Joaquín, vivió en Talique por muchos años. Dio la casualidad que por primera vez Gualberto vio a un gringo comer chuño, este hecho certificó que era cierto cuanto dijo, la situación de miseria le obligaría a comer esas bolitas negras. La familia de Gualberto igual como las demás familias andinas periódicamente consumía esos productos que ellos mismos trabajaban. Como reiteró, los gringos tenían una impresión muy pésima de los viruneses, quienes a su vez consideraban a Joaquín como un tipo adinerado, claro si vive en la opulencia. A Joaquín, Gualberto le sugirió que se vaya a otro país, tal vez a Bolívar. Mejor si pudiera hacerse cambiar de rostro, ser cobrizo y de esta manera todo cuanto quisiera comprar, no le costaría casi nada.

En el lugar de la batalla, a Nolberto la gente le tuvo envidia y más de uno quiso tirarle piedras con honda, con el fin de destruir todo aquellos artefactos que tenía con él, o quizás con la intención de apoderarse de ellas. Tenía un micro ultra sensible y pudo captar los rumores y amenazas, mediante sus auriculares escuchó. “A aquel “wakcha gringo” de miéchica hay que sacarle la concha de su madre carajo…” Y Nolberto reaccionó casi automáticamente gritando: “Yo no soy gringo carajo, soy del Cocus miéchica, vengan y tomen aquí hay coca carajo…”. Instante que Nolberto pensó otra vez en el color de su piel, que le trajo más problemas que puntos a su favor, igual como al gringo tacaño Joaquín.

Por las diferencias sociales y étnicas, las frustraciones, rencores y envidias entre los humanos empezaron a aflorar. Pudo ocurrir cualquier desastre, porque se supo que a Joaquín el 2003 en T’ika Pallana le arrebataron todo su equipo de fotografía y filmación, además de patearle en la cabeza, las costillas y la espalda. Toda la furia de la gente afloraría al ver a un blanco miserable, en una especie de catarsis colectiva de vengarse de todos los males y desgracias que vivían en carne propia, una parte de las expresiones de esos extraños e incomprensibles andinos.

Para esa gente lo importante era el ritual propiciatorio de la caída de lluvias y gringos que se entrometían hasta en los más recóndito de la confrontación, los andinos consideraron una afrenta a sus creencias y costumbres. Un insulto, quizás las divinidades se enojarían por tener en su seno a extraños. Las mujeres son las que expresaron rechazo a su intromisión: “A esos cuello desnudos bótenlos, a que vienen, que cosa quieren, que se vayan a su pueblo, salvo que se porten con algo”.

Referente a las cámaras Nolberto dijo que la filmadora JVC Nivico costaba 60,000 (casi 200 mil soles) dólares y la más pequeña que tenía con él, tres mil. En T’ika Pallana a media mañana supe que la cámara costaba entre cinco o seis mil dólares y el pequeño 390. Me pregunto ¿Qué se esconde detrás de la mentira? ¿Qué mensaje se quiere dar maximizando 10 veces los costos reales de objetos que un día serán desechados? Ellos si pueden tener estos aparatos de tales costos; pero al virunés hay que darle un puñado de coca, un nuevo sol o simplemente nada.

Patricio estaba mal de salud porque fumaba demasiado. No comía casi nada, sea en desayuno, almuerzo o comida más que seguro obraba como gato o peor que un mendigo, parecía un anoréxico. Según se informó Gualberto, era la segunda vez que vino al ritual del T’ika Pallana. Del lugar donde dejaron la camioneta hasta la cumbre al Apu llamado Lorowachana se desplazaron durante una hora y cincuenta minutos. Patricio, estaba muy cansado que llegó arrastrando los pies, agitado y encima de hambre.

Gualberto no se explicaba cómo vivía todavía, podía darle un infarto. Luego que descansó, todavía tenía disposición para el trabajo, pero en forma increíble. Sin maldad alguna, diría que tal vez se drogaban, porque a ratos se apartaban del grupo. Los andinos tienen la caja torácica más amplia y más glóbulos rojos, resistían como si nada, además nacieron en esos parajes, estaban en su medio; además que comían como bestias, solo el alcohol malograba su salud.

Gualberto reflexionó a manera de comparación que los viruneses, aunque no todos, quizás son demasiado ociosos, no tienen espíritu de sacrificio cuando se trata de trabajo. Pero también hay que tener las condiciones, equipo de filmación moderno, uno para cada grupo de contendientes. Otra filmadora pequeña para las incidencias entre los espectadores y dos cámaras para tomar fotos y no como Victoriano Narváez periodista de Esquina, que tenía una cámara de filmar pequeña con su correspondiente trípode; y todavía marca “chancho”. También otro periodista corresponsal de un periodicucho de 50 céntimos con una cámara manual que también es de marca desconocida. Gualberto se limitó a reflexionar: “Qué decir del mío, una grabadora portátil o reportera tradicional. El cuerpo cubierto con un poncho rojo, mal vestido y aun de hambre”.

Ciertamente, hubo una indiscutible contraposición de cámaras, era un lenguaje mudo que todos entendían. El de los gringos una HDP Nivico japonesa. Según ellos: “Eran los más versátiles, tienen alta resolución, digital y todavía no hay ni uno en el Virú”. Aquellos que tenían cámaras como Gualberto, quedaron en ridículo porque ni siquiera tenían rollo. En cambio, aquellos mostraban lo último en tecnología y lo mostraban aún con cierto orgullo. Todo esto significaba que eran materialistas, valoraban mucho estos objetos y a partir de ello deducir si son pudientes o miserables.

El alumno Rondón que miraba a Gualberto de reojo trataba de adivinar qué papel jugaba dentro de los esos asquerosos cesanfrineses. Gualberto se parecía un simple mandadero común y corriente, que no tenía nada con él. Luego de cerciorarse de su triste situación, se fueron satisfechos de haber sacado sus conclusiones.

Después de un tiempo Gualberto trataba de recordar a los “wakcha gringos”. “No pondrán nada de nada, ni siquiera la voz mucho menos la imagen en la filmación que dicen editarán y que aseguran durará un año”. Gualberto pensaba “Se habrán dado cuenta que del ritual del T’ika Pallana solo dije necedades”.

No importa, hay que dejar de pensar en las promesas y la vida continúe por las comunidades y de vez en cuando junto con los comuneros, actores de cambio y desarrollo, como todos los años; aunque ya pasaron cuatro años no se sabe nada del encuentro de esos miserables cesanfrineses.

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